Los kukama —nativos de la Amazonia peruana— conocen el río
desde que aprenden a decir sus primeras palabras. Conocen las cochas o cuerpos
de agua donde pescan desde hace cientos de años, cuando sus ancestros ocuparon las riberas del
Amazonas. Segundo Tapullima, teniente
alcalde de la pequeña comunidad indígena de Miguel Grau, en el departamento
amazónico de Loreto, narra que alguna vez se encontró con la madre de una
cocha, una boa negra de siete metros. No le dio miedo que pasara a su costado;
la respeta.
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Los ríos Amazonas, Huallaga, Marañón y Ucayali serán
modificados para
ser navegables los 365 días del año. / Gloria Alvitres Aliaga.
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El río tiene un significado importante en la vida de la
gente, como los kukama, que vive en la ribera. No solo les provee alimento,
agua y recreación a sus familias, es un ser que posee espíritu. En el río viven los bufeos, las sirenas, las
mama rayas que acompañan a los hombres y se transforman en personas. En el río
están los seres queridos que se han ido.
El río no es un simple medio de transporte; es un ser vivo. Por eso, a los kukama y los pueblos que viven
a las orillas de los cuatro ríos que serán parte de un nuevo proyecto de
infraestructura —Marañón, Amazonas, Ucayali y Huallaga— les preocupa lo que
pueda suceder.
Sentado frente a la piel del otorongo que desolló hace unos
días, Tapullima cuenta que técnicos del Ministerio de Transportes y Comunicaciones
(MTC) le explicaron que el proyecto,
denominado la Hidrovía Amazónica, sería algo así como una carretera líquida
navegable las 24 horas al día, los 365 días del año.
“Van a remover arena de los ríos. No estoy de acuerdo, puede
que se vayan los peces”, dice. Ha conversado con los técnicos en los talleres
informativos que se realizaron en Iquitos, capital del departamento de Loreto.
Escuchó los spots en la radio, todo sonaba tan positivo. Pero el río es
impredecible, reitera Tapullima.
El proyecto es parte de la Iniciativa para la Integración de
la Infraestructura Regional Sudamericana (IIRSA), un plan para interconectar
carreteras, sistemas de energía y vías fluviales en el continente para fomentar
el tránsito y estrechar lazos comerciales. Los proyectos de IIRSA en el Perú
incluyen la Carretera Interoceánica en el sur del país, que conecta la costa
del Océano Pacífico con el Atlántico en Brasil, y la Hidrovía Amazónica, que
aseguraría la navegación por la cuenca del Amazonas, desde Brasil hasta puertos
peruanos, que se conectan con la costa, tanto en época de lluvias como en
temporada seca, cuando a veces no es navegable.
La inversión calculada es de US$69 millones y la propuesta comenzó a
gestarse en el 2005.
En el 2011, el gobierno de Alan García aceleró el proceso de
licitación, declarando de “necesidad nacional” el proyecto. Nunca antes se ha ejecutado un proyecto parecido en el Perú.
Algunos expertos dicen que el MTC no cuenta con la información necesaria como
para predecir los impactos de un proyecto de esta magnitud. No hay estudios del flujo de aguas y
sedimentos que puedan servir de base de comparación para evaluar los futuros
impactos en los ríos, según Jorge Abad, investigador de la Universidad de Pittsburgh
en EEUU. Ante este vacío de estudios técnicos, dice, se trata de un gran
experimento en la Amazonía.
Consulta a pueblos indígenas
En marzo del 2014, una demanda interpuesta por la Asociación
Cocama para el Desarrollo y Conservación San Pablo de Tipishca (ACODECOSPAT)
exigía la aplicación del derecho a la consulta previa a los 14 pueblos amazónicos que podrían verse
afectados por el proyecto. Casi un año
después la Corte Superior de Loreto emitió un fallo judicial que reconocía este
derecho. El gobierno canceló la licitación del proyecto y realizó la consulta
antes de continuar.
En un proceso que duró 132 días, se consultó los términos de
referencia para la elaboración del estudio de impacto ambiental del proyecto.
Durante ese tiempo, el gobierno organizó talleres informativos y organizaciones
indígenas realizaron reuniones para evaluar la información. El proceso concluyó
con la publicación de una resolución directoral del Ministerio de Transportes y
Comunicaciones. Se conformó un Comité Consultivo encargado de velar porque los acuerdos
se cumplan.
Ahora la licitación se retomará y está prevista para el
2017, cuando se comience a realizar el Estudio de Impacto Ambiental (EIA).
Ángela Acevedo, directora de Consulta Previa del Ministerio
de Cultura, considera que la consulta fue exitosa. El mayor logro, dice, fue el
acuerdo de incorporar antropólogos y tres sabios indígenas en una comisión que
participará en la elaboración del EIA. Según Acevedo, no se puede hablar de impactos negativos,
porque no existen estudios. Se irán elaborando en el camino, afirma. El MTC no
respondió a nuestra solicitud de información.
¿Qué no debería faltar en el EIA?
En Miguel Grau, la comunidad de Tapullima, las casitas de
madera se extienden en hilera al lado de la única calle que lleva el nombre del
río que les provee agua, comida y entretenimiento. Desde el Mirador de la comunidad se puede ver
la naciente del Amazonas.
En invierno, las chacras de los pobladores se inundan. Se
movilizan por las calles en canoas, la creciente les trae peces de todos los
tamaños y colores. Si el río crece más,
los kukama tienen problemas porque el agua inunda sus viviendas. Es una ciudad
que depende del Amazonas.
Para asegurar el paso de embarcaciones grandes en temporadas
de poca lluvia, el proyecto de la hidrovía contempla el dragado de partes de
los ríos para extraer arena y palos. Según Abad, sería la primera vez que se
realice un dragado de esa escala en una región de alta biodiversidad.
El dragado de sedimentos puede modificar el lecho del río,
pero tarde o temprano esos espacios se rellenarán y habrá que dragarlos de
nuevo, señala Abad. “Es como casarte con el dragado”, dice. Los impactos pueden
ser agravados por otros procesos, como la deforestación en las riberas, que
aumenta la erosión del suelo y la acumulación de sedimentos en el río. También
puede aumentar el riesgo de desbarranco en lugares donde habitan o cultivan las
comunidades.
Al biólogo Hernán Ruiz, del Ministerio del Ambiente, le
preocupa el posible impacto en especies endémicas de la Amazonia, porque
cambios en el nivel del agua pueden afectar los lugares donde las tortugas y
los peces se reproducen.
Para Marc Dourojeanni, forestal especialista en temas
amazónicos, habría que adaptar el proyecto al río y no al revés. “Hay que estar
preparados para accidentes”, escribe en un artículo publicado por la Sociedad
Peruana de Derecho Ambiental. Con el
paso de embarcaciones grandes pueden suceder eventos inesperados, como derrames
de contaminantes que pueden dañar los ecosistemas, señala.
Para los tres expertos, se necesita una investigación seria
de los ríos para entender el comportamiento de las aguas, los sedimentos y su
impacto en la fauna y la flora en las épocas de crecida y estiaje. Es poco
probable que el consultor que se encarga del estudio de impacto ambiental pueda
hacer un trabajo exhaustivo desde las diferentes ópticas necesarias, según
Abad. Por eso, tal investigación tendría que ser previo al EIA que se iniciaría
en el 2017. Aún quedan dos años. Los
técnicos tendrían que empezar a mirar al río como lo hacen los kukama, como un
ser vivo, un ser integral.
Tapullima, que es kukama, sabe que los ciclos del río deben
respetarse. se quita las botas, alza la voz y dice con energía: “Lo importante
es respetar al rio, a las madres, a las anacondas. Ellas nos dan vida”. //
Por Gloria Alvitres Aliaga.
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en Fronteras Ambientales
Este reportaje se ha
realizado con el apoyo de Comunicaciones Aliadas e Infostelle Peru e.V.