Documentos revelan que autoridades de salud ignoraron
excesos de metales tóxicos en pobladores que viven al pie de relaveras.
En la provincia cusqueña Espinar, en Cusco, cientos de
pobladores viven con excesos de minerales en el cuerpo al pie de depósitos de
relaves de las operaciones de la antigua Xstrata Tintaya, hoy en manos de
Glencore, el gigante suizo que controla el 50% del mercado mundial de cobre.
Pese a las pruebas médicas oficiales, en los últimos cinco años el gobierno
peruano ignoró las evidencias y tardó en brindar las primeras atenciones de salud.
Por Gabriel Arriarán y Milagros Salazar
CONVOCA
– Mamá grande, yo tengo metales pesados. ¿A cuánto los
venderé? (…) El niño no sabe que eso es una enfermedad para siempre, para su
eterno (sic). No solo para él, para sus hijos –dice Melchora Surco Rimachi mientras
aprieta los ojos llenos de lágrimas y de rabia–. El niño piensa “soy rico”
porque tengo metales pesados, pero él no sabe lo que dice.
Melchora reclama, Melchora se indigna, Melchora se quiebra y
aún así sale al frente. Ella es la abuela de Yedamel López Champi, un niño que
nació en la provincia Espinar, en Cusco, y cuando apenas tenía siete años de
edad las autoridades del sector salud encontraron en su orina metales pesados
como el plomo, arsénico, cadmio y mercurio, los cuatro calificados por la Organización
Mundial de la Salud (OMS) como altamente cancerígenos para el ser humano. También encontraron en esta prueba de
laboratorio rastros de metales tan raros como el molibdeno, el cobalto, el
estroncio, el cesio y el tungsteno.
En octubre de 2010 el Centro Nacional de Salud Ocupacional y
Protección del Ambiente para la Salud (Censopas), que depende del Ministerio de
Salud, recogió muestras de sangre y orina de cientos de pobladores de las
comunidades de Huisa y Alto Huancané, ubicadas entre los ríos Salado y Cañipía,
y a pocos metros de las operaciones de la entonces minera Xstrata Tintaya, que
en mayo de 2013 se fusionó con Glencore, el gigante suizo que controla el 50%
del mercado mundial de cobre. En 2013, Censopas recogió nuevas muestras para otro
informe, entre las que aparecían las del pequeño Yedamel que hoy tiene 10 años de edad y ya no vive en la comunidad
campesina Alto Huancané, donde creció.
Su familia lo llevó a la ciudad de Espinar, para evitar que
siga exponiéndose a la contaminación como varios otros pobladores. Ellos son
los refugiados ambientales, los que viven la misma incertidumbre de las
mujeres, hombres, niños y ancianos que no han podido huir.
–Vayamos donde vayamos ya tenemos metales, ya somos papa
agusanada. ¿Adónde voy a escapar? –pregunta Melchora a sus 60 años en nuestra
visita a Espinar, adonde Convoca llegó con el diario La República para
investigar el impacto ambiental de la actividad minera en estas comunidades
cusqueñas.
Este equipo accedió a nuevos documentos y los resultados de
laboratorio de más de 100 pobladores que autorizaron su difusión, y que forman
parte de un nuevo estudio realizado por Censopas en 2013. Las cifras fueron
llevadas al Excel para establecer nuevos hallazgos que luego se confrontaron
con médicos, toxicólogos y los funcionarios involucrados. Esta es la primera
parte de una investigación que revela que han pasado cinco años en los que las
negligencias y medias verdades impidieron que los comuneros de Espinar,
incluso, encontraran una solución médica por su cuenta.
Cuerpos de minerales
En 2013, Censopas hizo un nuevo estudio por encargo de la
mesa de diálogo de Espinar, que se creó para dar solución al conflicto social.
Esta vez se recogieron 180 muestras de orina. Entre ellas, la de Yedamel. En
todas se detectaron excesos por lo menos en uno de los diecisiete metales
analizados, y en 52 casos se hallaron niveles por encima de los parámetros de
la OMS. Los minerales más recurrentes fueron arsénico y plomo. Ambos se
registraron en 32 casos de acuerdo a un análisis realizado por Convoca a partir
de los resultados de los laboratorios del CDC (Center for Disease Control and
Prevention) de los EEUU, adonde Censopas envió las muestras luego de
recolectarlas en enero de 2013.
El análisis confirmó lo que ya se sabía desde 2010 para el
plomo, el arsénico, el mercurio y el cadmio. Pero, además, arrojaron resultados
sorprendentes sobre la exposición de las comunidades de Espinar a sustancias
como el uranio y el molibdeno, y otras nueve sustancias para las que los
donantes de muestras no habían suscrito consentimientos informados.
De los 17 metales, las evaluaciones consentidas de seis
sustancias fueron entregadas a los pobladores luego de que se hicieron públicos
en la mesa de diálogo, en agosto de 2013, mientras que los otros 11 quedaron en
poder de Censopas, y no se entregaron hasta diciembre de 2014.
Mapa del proyecto minero Antapaccay. Elaboración: Convoca.
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Las personas
examinadas recibieron las constancias de los resultados sin sellos. La doctora
María del Carmen Gastañaga, quien era la directora de Censopas cuando se hizo
el estudio de 2010, dijo a Convoca que esta institución solo sirvió de
intermediaria entre el CDC y los investigadores Carlos Sánchez Zavala y
Fernando Osores, quienes estuvieron a cargo del trabajo. Sánchez dijo que eso
era “totalmente falso”.
“Nos han mandado (los resultados) así como burla, sin
firma”, dice Santusa Noñonca de Kana que vive a 360 metros de la presa de
relaves de Camaccmayo en Alto Huancané. Las filtraciones de agua amarillenta
están empozadas en el patio y uno de los cuartos de la casa de Santusa. “Yo le
he preguntado al señor Pulgar Vidal (ministro del Ambiente) así con esta
filtración, ¿con esta agua apestando así vamos a vivir?, ¿y a cuánto de
kilometraje tiene que vivir de la relavera la gente?”, cuenta Santusa al
recordar que el ministro visitó su casa.
En mayo de 2012, el ministro del Ambiente aseguró que el
estudio de Censopas no se realizó en el área de influencia de la entonces
minera Xstrata. Hoy, después de más de tres años, el viceministro de gestión
ambiental, Mariano Castro, reconoció en una respuesta enviada anoche vía
correo, que algunas comunidades como Huisa, “se ubican en la intersección del
área de influencia” del proyecto Quechua y de Tintaya Antapaccay.
Hay decenas de comuneros con metales en el cuerpo que viven
en el sector Paccpaco, de Alto Huancané, incluso a apenas 100 metros del
depósito de relaves mineros Camaccmayo, que estuvo en manos de Xstrata Tintaya,
según las coordenadas recogidas por Convoca en la zona. Lo mismo sucede en el sector Chipta de la
comunidad Huisa, donde Ceferino Kana Achiri vive con su esposa Teresa y sus dos
hijos al frente del depósito de relaves Huinipampa.
En resoluciones de sanción ratificadas por el Organismo de
Evaluación y Fiscalización Ambiental (OEFA), entre 2010 y 2014, aparecen por lo
menos tres infracciones relacionadas a malos manejos de la empresa de estos
depósitos de desechos mineros. Entre las faltas más recurrentes detectadas
dentro y fuera de la mina en siete procesos sancionadores, figuran el
incumplimiento de normas de protección ambiental, descargas de efluentes,
vertimiento de relaves y afectación del suelo natural.
La compañía minera Antapaccay respondió “que no tiene
responsabilidad sobre la contaminación de Espinar” y que la presencia de “muy
pocos metales pesados” en las aguas se debe a “un origen geológico o natural”,
de acuerdo a un informe de monitoreo sanitario ambiental realizado en 2013 como
parte de la mesa de diálogo.
Pruebas médicas
Las decenas de comuneros entrevistados se han quejado que
los médicos de Espinar les han dicho que no tienen nada pese a las altas
concentraciones de metales en sus cuerpos. Ellos no les creen, intuyen el
riesgo. De forma natural el cuerpo humano tiende a excretar los metales pesados
que ingresan al organismo, sea por el sudor, la orina, o las heces. Aquellos metales que son más difíciles de
filtrar se “quelan”, es decir, nuestro cuerpo los captura y los saca de la
circulación del torrente sanguíneo, y luego los acumula en diversos tejidos
queloides o en los huesos. Se trata de un proceso que depende en gran medida
del tiempo y la intensidad de la exposición. Si la exposición a metales pesados
y otras sustancias ha sido demasiado larga y constante, y ha sobrepasado la
capacidad de nuestro cuerpo para procesarlos, es posible que lo que se acabe
por formar en nuestro organismo –por usar una metáfora– sea una bomba de
tiempo, así lo explica el doctor Raúl Loayza, coordinador del laboratorio de ecotoxicología
de la Universidad Peruana Cayetano Heredia.
Puede que hoy la bomba esté desactivada, y que esas
personas, de continuar expuestas a la contaminación, acumulen los metales en
los tejidos queloides y en los huesos durante años, y que no pase nada. El
biólogo Carlos Sánchez Zavaleta puso el ejemplo de un niño de La Oroya que
tenía cuatro veces más plomo en la sangre de lo que la OMS recomienda para una
vida saludable. Con esos niveles de plomo, el niño debía tener cáncer o serios
problemas neurológicos. Sin embargo, no presentaba síntomas. Lo innegable es
que las posibilidades de que ese pequeño desarrollo el cáncer se multiplican.
Si los queloides que aíslan estos metales pesados de nuestro organismo, fallan,
y el metal se activa, es altamente probable que esos tejidos devengan en un
cáncer.
“Los estándares de la OMS lo que nos dicen”, dice Loayza,
“es qué tanta cantidad de plomo (o de otros tres metales: mercurio, arsénico y
cadmio) podemos soportar sin arriesgar nuestra salud”. Lo dicho por el experto
cobra relevancia si se considera que desde julio de 2005, el Ministerio de
Salud cuenta con un plan nacional para fortalecer la gestión ambiental y
reducir el número de muertos por contaminación por plomo y otros metales
pesados. En ese contexto, se aprobaron guías de práctica clínica para el manejo
de pacientes intoxicados de manera aguda y crónica con plomo, entre 2007 y
2011. El cuerpo humano no necesita del plomo, el arsénico ni el mercurio para
funcionar con normalidad. Y aunque los niveles encontrados de estos metales
estuvieran por encima o por debajo de los límites fijados por la OMS, el plan y
las guías obligaban al Estado a tomar medidas inmediatas. Convoca preguntó al
respecto a José Bernable Villasante de la Dirección de Salud Regional del Cusco
y él respondió que las guías no dan información detallada para tratamientos
médicos. Esto es falso, las guías incluso precisan el tratamiento según el
nivel de exposición de los minerales.
En un análisis sobre la situación de salud del Cusco, que mandó
a hacer la propia Diresa de esta región y fue publicado en 2013, aparece que la
primera causa de mortalidad en la provincia Espinar es por insuficiencias
renales: de 799 defunciones registradas en Espinar en 2011, 97 fueron por este
mal. Esta tendencia, dice el informe, “estaría mostrando que en la provincia de
Espinar estamos entrando en un proceso de transición epidemiológica” y resalta
que es poco usual estas causas tan altas de mortalidad en la zona. La
recomendación fue que se hiciera una evaluación de este patrón de muertes.
Al filo del cierre de este reportaje el viceministro Castro
aseguró que la mesa de diálogo sí ha priorizado “la salud de las personas” y
que incluso se ha elaborado un plan de acción de salud para Espinar. Pero los
pobladores entrevistados cuestionan la atención médica que han recibido hasta
el momento. Sus razones, en la segunda parte de este informe.
*Esta investigación se hizo con la colaboración de los
periodistas Cristian Espinoza y Aramís Castro, así como del doctor Fernando
Osores y los expertos de Cooperacción.
Fuente. CONVOCA